¿SEGUIR SIENDO UN NIÑO? LA INFANCIA EN LA VIDA COTIDIANA

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Niños buscando comida en la basura. Francia. Hacia 1945

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«Cola para la comida: leche y mantequilla». Otoño de1940

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¡Conciudadanos! ¡Las mujeres y los niños son las víctimas del Mercado Negro!

La IIGM es considerada una «guerra total», entre otras razones, por el componente civil de sus víctimas: un 66% frente al 5% de la Gran Guerra (1914-1918). En ella, los niños y niñas tuvieron que adoptar responsabilidades prematuras como ayudar u ocupar las obligaciones de sus padres, dejar la escuela, trabajar o a veces mendigar y traficar en el mercado negro. La carestía de materias primas y el hambre marcaron la vida cotidiana de miles de civiles durante la guerra. Para conseguir comida, los niños muchas veces acompañaban a sus madres en largas colas. Además, el racionamiento afectó especialmente a la infancia: al acabar la guerra, un informe de la Cruz Roja francesa reflejaba que el grupo con mayor grado de malnutrición eran los adolescentes entre 13 y 21 años. 

Las evacuaciones, la salida de los hombres al frente de guerra, la deportación, las enfermedades y los bombardeos provocaron que muchos niños y adolescentes se encontrasen solos. Algunos tuvieron que realizar robos y hurtos impulsados por el hambre, como los pequeños traficantes en el gueto de Varsovia, los szmugler. En zonas especialmente afectadas por el hambre como Grecia se intensificaron los pillajes y el contrabando de alimentos de primera necesidad. Las autoridades perseguían duramente el mercado negro y la propaganda alertaba de sus consecuencias. Prácticas como la recogida de pólvora para el tráfico de municiones resultaban también peligrosas: en Italia al final de la guerra se contabilizaban 15.000 mutilatini, «pequeños mutilados».  

La ausencia de la figura masculina hizo que muchas mujeres criasen solas a sus hijos, lo cual en ocasiones suponía un problema de conciliación en un contexto de alta tasa de empleo extradoméstico femenino. Para ello se crearon redes femeninas de apoyo y de cuidado de los hijos. En algunos países se facilitaron guarderías públicas para las madres trabajadoras en la industria de guerra. En 1942, en Australia tuvo lugar una conferencia sobre «child care and the war» donde se logró que la Commonwealth financiase guarderías de día para niños en edad escolar y preescolar. En Estados Unidos, gracias a la Ley Lanham de 1940 que permitió una serie de programas sociales durante los años de guerra, se subvencionó el cuidado de entre 500.000 y 600.000 hijos de mujeres trabajadoras.  

En este contexto poder hacer «cosas de niños» como jugar o ir a la escuela eran verdaderos oasis. Las organizaciones de asistencia eran conscientes de ello e intentaban facilitar espacios de juego y desconexión de la realidad, pero también los regímenes totalitarios, como con la celebración de la Befana fascista en Italia en los territorios ocupados 

Se hizo frecuente «jugar a la guerra». Se comercializaron figurillas inspiradas en los líderes y los ejércitos de cada país y se desarrollaron juegos basados en el ejercicio de poder, por ejemplo, imitando la actitud de los kapos en el campo de Auschwitz. Igualmente, los gobiernos fueron conscientes del uso propagandístico de los juegos, las canciones o la literatura infantil como forma de adoctrinamiento.  

 

¿Seguir siendo un niño? La infancia en la vida cotidiana