LIBERACIÓN Y POSTGUERRA

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Niños recogidos diariamente por enfermeras de la Cruz Roja en Yugoslavia (1942)

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Escolares de Asprangeli (Grecia) disfrutan de alimentos de la UNRRA (1945)

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Madres y niñas en una cueva de Nápoles (Italia)

Desde mayo de 1945, militares y civiles celebraron la liberación y la victoria aliada en una Europa en ruinas. Aquella victoria se saldó con la muerte de unos 70 millones de combatientes y no combatientes, siendo la URSS, China, Alemania y Polonia, los países que registraron las mayores pérdidas humanas. Durante la guerra, las poblaciones civiles fueron sus víctimas, sufriendo incontables violaciones de sus derechos. Además, millones de civiles, menores y adultos, tuvieron que abandonar sus hogares, convirtiéndose en desplazados y refugiados. En su día a día, niños, mujeres y ancianos convivieron y afrontaron la guerra, la destrucción, el hambre, las privaciones, las enfermedades y los rigores climáticos.    

La situación de la infancia movilizó a organizaciones humanitarias que, por principios religiosos, humanitarios, éticos, caritativos o filantrópicos, actuaron sobre el terreno para aliviar su sufrimiento. Una de esas organizaciones fue la Commission Mixte de Secours, que socorrió a niños y adolescentes en Bélgica, Francia, Holanda, Noruega, Finlandia, Grecia, Yugoslavia, Polonia, Italia y los países bálticos. 

A esa labor de rescate contribuyó la Croix-Rouge suisse- Secours aux enfants cuya acción humanitaria con alimentos, medicamentos y fortificantes se centró en menores franceses, belgas, finlandeses, griegos, italianos, serbios y croatas. La Œuvre de secours aux enfants estableció una red de 25 casas para proteger a niños judíos, sacarlos de los campos franceses o evacuarlos al extranjero en colaboración con los American Friends Service Committee. Los cuáqueros se distinguieron por sus obras en los campos franceses y hospitales, alimentaron refugiados, cuidaron a menores en colonias y gestionaron servicios de comida para niños.  

Durante la guerra y la postguerra, la protección de la infancia fue posible gracias a las voluntarias de la ayuda humanitaria, enfermeras, médicas, cuidadoras, educadoras o maestras, que con sus labores lucharon por la protección física y mental de los menores. De hecho, más del 40% del personal de la gran organización humanitaria de la postguerra, United Nations Relief and Rehabilitation Administration (UNRRA), fueron mujeres. En 1945, UNRRA inició sus trabajos en Grecia, país que sufrió una terrible hambruna tras la ocupación alemana  

Hasta su disolución en 1947, las misiones de la UNRRA y su ayuda humanitaria con alimentos, ropa y medicinas llegaron a Austria, Alemania, Albania, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Hungría, Ucrania, Bielorrusia, Finlandia, Italia, así como a países africanos y asiáticos 

Las organizaciones de la época tuvieron que hacer frente a olas de refugiados sin precedentes y a una crisis humanitaria de enormes proporciones que asoló a los civiles. La postguerra fue testigo de la existencia de millones de niños deportados, refugiados o desplazados, no acompañados, abandonados o huérfanos. También de la tragedia de miles de niños de «características arias», arrancados de sus hogares por las fuerzas nazis en Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Bélgica, Holanda, Noruega o la URSS y enviados a Alemania para la germanización en los centros Lebensborn-Heime o mediante la adopción. Desafortunadamente, la historia volv a repetirse. Muchos huérfanos de guerra fueron separados de sus familias adoptivas o robados por los vencedores para repoblar sus territorios. Las secuelas físicas y psicológicas del conflicto persiguieron a aquellos niños de la guerra, incluso de por vida. Al igual que a los niños supervivientes de las bombas atómicas, lanzadas sobre los civiles de Hiroshima y Nagasaki. Poco tiempo después, se produjo la rendición de Japón, marcando el fin de Segunda Guerra Mundial.     

Liberación y postguerra