PERSECUCIÓN, DEPORTACIÓN Y EXTERMINIO

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Pintura autobiográfica de la deportación de niños, mujeres y hombres de Vilna, Polonia (actual Lituania)

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Dibujo de Ervin Abadi, un joven judío húngaro, deportado a Bergen-Belsen

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Memorial a los niños víctimas de la guerra en Lídice. Marie Uchytilová & Jiří V. Hampl

Más de un millón y medio de niños y adolescentes de Alemania y de los países europeos ocupados fueron asesinados por el Tercer Reich y sus colaboradores por razones raciales, biológicas y políticas. Durante el Holocausto, cerca de un millón de niños judíos perecieron en la deportación o en guetos, víctimas del hambre, de las enfermedades y de las condiciones infrahumanas; en campos de concentración, a causa del trabajo forzado, de los brutales experimentos médicos y de la deshumanización; y, en campos de exterminio, ya que los menores de 13 años, las mujeres embarazadas y los mayores de 50 años eran enviados directamente a la cámara de gas.  

Sus destinos fueron los guetos de Polonia, Ucrania, Hungría y Rumanía, de los Países Bálticos y del Protectorado de Bohemia y Moravia, y los centros de la muerte de Auschwitz-Birkenau, Belzec, Chelmno, Majdanek, Sobibor y Treblinka.  

A algunos de esos campos llegaron otros niños «indeseables», «asociales» y «racialmente inferiores», como los menores romaníes y sinti, víctimas también del exterminio sistemático nazi o del Porrajmos. Durante la IIGM, unos 500.000 romaníes fueron sujetos a la deportación en Polonia; al internamiento en los campos especiales de Marzahn (Alemania), Lackenbach y Salzburg (Austria); al encarcelamiento en los campos de concentración de Bergen-Belsen, Sachsenhausen, Buchenwald, Dachau, Mauthausen, y Ravensbrück. Las pruebas de Zyclon-B en Buchenwald, los experimentos médicos en Ravensbrück, Natzweiler-Struthof y Sachsenhausen, las cámaras de gas de Auschwitz y los fusilamientos en masa en Polonia, Hungría, Yugoslavia y Albania causaron la muerte de miles de menores romaníes.  

En un destino trágicamente compartido, niños romaníes, judíos y no judíos perecieron junto a sus familias en los fusilamientos masivos perpetuados por los escuadrones móviles de ejecución (Einsatzgruppen), apoyados por las SS, en los territorios soviéticos ocupados por los alemanes. Uno de los capítulos más trágicos del «Holocausto a balazos» se escribió en el barranco de Babi Yar, cerca de Kíev, en septiembre de 1941. Allí ocurrió el mayor asesinato de judíos, romaníes, civiles ucranianos y prisioneros de guerra soviéticos durante la IIGM. Las matanzas se prolongaron hasta el otoño de 1943, con 100.000 víctimas judías y no judías, la mayoría niños, mujeres, enfermos y ancianos.  

Entre otras tragedias de inocentes se encuentra la aniquilación del pueblo checo de Lídice. Las tropas nazis cometieron una cruel venganza contra su población, como castigo por el atentado de un comando checoslovaco contra el «Carnicero de Praga», Reinhard Heydrich, el gobernador del Protectorado de Bohemia y Moravia y uno de los ideólogos de la «Solución Final». Los civiles fueron vinculados falsamente con el atentado y la consecuente muerte de Heydrich. Los alemanes ejecutaron a 173 hombres y adolescentes, deportaron a 203 mujeres y jóvenes a Ravensbrück, y gasearon a 42 niñas y 40 niños en Chelmno. En su memoria y la de otros tantos inocentes se alzó un monumento.    

     

Persecución, deportación y exterminio